miércoles, 26 de agosto de 2009


Taller de Etnosonidos en la Universidad Menendez Pelayo de Cantabria


"Ha sido la llegada de los chavales, que se han adueñado de la situación, quienes han dado la energía definitiva a esa música"

La música tradicional, la que cantaban y bailaban los abuelos en las fiestas del pueblo, vuelve a estar de moda. Los jóvenes se han apuntado al fenómeno folk y gracias a ellos estas músicas se están adueñando de espacios de ocio, también en el entorno urbano. Proliferan las escuelas de música tradicional y también los festivales, donde se bebe (sobre todo vino), se come (comida del lugar) y se canta (canciones que ya suenan) mientras se renuevan las viejas tonadas.

Manuel Luna, antropólogo musical, es testigo, parte de este fenómeno y ha dirigido el curso Etnosonidos en España. Territorio, rito y organización social de las músicas de raíz en el Estado español en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander: "Hay un gran ascenso social de estas tradiciones, que comenzó en la transición y ahora ve sus frutos. Además, ya no son cosa de anticuario, sino de gente joven, creo que es una oferta de ocio para el tercer milenio importante".

Las gaitas, las panderetas, los acordeones diatónicos y los tambores son parte del acervo cultural de los últimos siglos y sus composiciones reflejan el carácter de los pueblos y sus formas de vida. Ahora, han resurgido como seña de identidad, de reivindicación de lo propio y, también en parte, política. "Como también lo es social e identitaria, porque a veces se ha tendido a uniformizarnos", explica el etnógrafo Luis Martín, del Nuevo Mester de Juglaría de Segovia. Luna, sin embargo, cree que no se trata tanto de una nueva "canción protesta", sino más bien del resultado de una glocalización, "que mezcla lo universal y local".

Con política de por medio o no, lo cierto es que lo tradicional llena cada vez más festivales, encuentros y academias. A su juicio, Galicia y Cataluña son las dos comunidades que, profesionalmente, más despuntan en las músicas de raíz. No obstante, el fenómeno es generalizado; en el portal de Internet TierraFolk se registran 29 festivales que abarcan casi todas las comunidades autónomas: el Tradicionarius en Barcelona (enero), Pirineos Sur en Huesca (julio), el de Ortigueira en A Coruña (julio), Folksticio en Madrid (junio), Folk Plasencia en Cáceres (agosto) o Folk Pozoblanco en Córdoba (julio). "Ha sido la llegada de los chavales, que se han adueñado de la situación, quienes han dado la energía definitiva a esa música", asegura un entusiasta Luna.

Alejandro, de 17 años, toca en la Banda de Gaitas Cantabria desde hace ocho. "En el pueblo de mi padre había gaiteros antaño y mi abuelo y mi tía son cantadores de tonada montañesa", explica. Aunque le encanta la gaita, es escéptico sobre la posibilidad de dedicarse profesionalmente a ello. "Prefiero estudiar", zanja. El lamento llega si se habla de vender discos: "Es difícil que se vendan muchos discos porque no estamos en ningún lado. No sonamos en la radio, no existimos. El sistema no prevé nuestra presencia", añade Luna.

El origen de estas músicas es muy diverso, pero la mayoría tiene en común su manipulación durante los años del franquismo por la sección femenina de la Falange, que recuperó muchas de estas músicas a través de la sección de Coros y Danzas. Gracias a ellas no se perdieron algunas de estas músicas, afirman los expertos, pero otras muchas fueron "edulcoradas y manoseadas", afirma Luna. "Las faldas se alargaron", explica Elena Ortiz, etnóloga de La Rioja: "La sección femenina enmarañó las cosas, se coreografiaron danzas que tradicionalmente no se bailaban y se feminizaron otras que sólo eran de hombres". Martín sitúa el mayor problema del paso de estas músicas por el filtro falangista a la retención de información que, según él, no ha visto la luz desde el fin de la dictadura. "Recogieron mucho material que sigue en manos de poca gente, parte de él está en los archivos del movimiento y, aunque no voy a decir nombres, sé que hay gente que los tiene en su casa", afirma contundente Martín.

El objetivo es recopilar estos sonidos tradicionales para ofrecerlos, porque se sabe que cuando se escuchan tienen éxito garantizado. "Si no le gusta más a los jóvenes es porque no lo conocen, los jóvenes están dispuestos a la tradición, pero tienen que tenerla al alcance y para eso es necesario un impulso de las instituciones", dice Ortiz.

Fuente: Cristina Castro (El País)