discográfica.
Pero ahora es el turno de Ferran, que ofrece aquí un jugoso testimonio de su trayectoria sonora hasta el momento. Con su voz, a la guitarra y también al piano, el músico embarca al oyente en una tranquila singladura, luminosa y de emocionante intimismo, por entre sonoridades de muy distinta procedencia pero reelaboradas con coherencia y conocimiento. Es cierto que no está solo en este viaje, acompañado en algunas piezas por Mario Mas a la guitarra, Javier Mas al archilaúd y la bandurria, Jordi Gaspar y Björn Kjellemyr al contrabajo, Thor Harald Johnsen “a la guitarra batiente” y Dimitris Psonis al triángulo, un conjunto que enriquece las prestaciones del joven Savall con un amplio arsenal de timbres evocadores.
Uno de los objetivos confesos -y a mi juicio sobradamente conseguidos- de este disco ha sido vivificar, despertar, el sentimiento de un puñado de antiguas canciones tradicionales catalanas, ancladas en un pretérito nostálgico y, podría parecer, incapaces de establecer fluida comunicación con los oyentes de hoy. Es el caso de La cançó del lladre, El testament d'Amèlia o El noi de la mare, de gran belleza las tres, o de composiciones tan conocidas como Els segadors, doliente himno en contra de la injusticia que aquí da la impresión de recobrar una dimensión universal, o de El cant del ocells, titulado en esta versión al igual que el disco, Mireu el nostre mar: Ferran ha sustituido la letra original, que cuenta cómo los pájaros celebran el nacimiento de Jesús, por versos del poeta Manuel Forcano inspirados en el paisaje mediterráneo, vínculo entre los pueblos que lo orillan y que sirve como metáfora perfecta de la presente grabación.
Son, todas éstas, melodías muy hermosas que en los transparentes arreglos de Ferran Savall adquieren ligereza, delicada modernidad, eliminando de un plumazo años de rigideces interpretativas. El músico catalán, familiarizado desde siempre con este repertorio, recupera lo esencial de estas y otras piezas, como la nana hebrea Numi Numi o la adaptación de la habanera de Nazario López La perla, y las viste con suaves colores jazzísticos, brasileños o de un nunca tan cercano Próximo Oriente, en un mosaico sonoro multiétnico recorrido por la espontaneidad y el aire de improvisación. Vale la pena destacar también que las composiciones propias de Savall, como Hora grave -inspirada en un poema de Rilke- o París, no desentonan en absoluto, por la hermosura de sus melodías y calidez comunicativa, en un programa que constituye un valioso retrato de sus intereses sonoros hasta el momento.
Stephanie Marshall